Llevo unos días sumergida en la novela de John Carlin sobre Mandela, El factor humano y, este fin de semana he ido a ver la película que Clint Eastwood ha hecho basándose en la misma, Invictus.
Tengo que confesar que era una analfabeta total sobre la figura de esta grandísima persona que el mundo ha tenido la suerte de tener entre los suyos. Sabía que existió el apartheid, ese tremendo sistema racista inventando por los blancos sudafricanos que discriminó durante años de forma brutal a sus compatriotas negros. Sabía también que Mandela había luchado contra ese sistema, que por ello estuvo en la cárcel y que al salir de ella consiguió acabar con el injusto apartheid y se convirtió en presidente de Sudáfrica, y que por ello recibió el Nobel de la Paz. Pero poco más.
No tenía idea de cómo se gestó todo, de cómo era la personalidad arrolladora de Nelson Mandela, su carácter disciplinado, su fuerza, su coraje y valentía, su constancia y paciencia, su inteligencia. Cómo planificó su estrategia de conseguir la verdadera democracia en Sudáfrica desde la cárcel, cómo el rencor por todo el sufrimiento padecido en sus 27 años de cauteverio no pudieron con el sueño, mucho más importante y fuerte, de conseguir la libertad para su pueblo, para su gente, los negros que eran considerados ciudadanos de segunda o tercera categoría por los afrikaners blancos. Y cómo desechó la violencia y adoptó por contra el perdón, la generosidad y la amistad como fórmulas para llegar al verdadero entendimiento.
Y, además de todo ello, gestó la brillante idea de utilizar el deporte cómo medio para llegar a su objetivo, como forma de conciliar los resentimientos de unos con el escepticismo de otros. Y como lo consiguió al fin en el inolvidable Campeonato del Mundo de Rugby de 1995, que no sólo fue aquel en el que el equipo sudafricano, los Springboks, se convirtió en campeón, sino que supuso mucho más que eso. Fue el acontecimiento en el que se vio a una nación que hasta hacía muy poco había estado completamente dividida entre negros y blancos, completamente unida y con un mismo objetivo común: apoyar a su equipo para conseguir ganar el campeonato. El país fue realmente espejo del eslógan que inventaron para promocionar el rugby entre la población: " un equipo, un país". Y se ondearon banderas nuevas en el estadio, que incluían los colores propios de la comunidad negra, y se cantó el nuevo himno nacional, que incluía el tradicional afrikaner y el propio de los negros, Knosi Sikelele, que los Springboks se aprendieron para la ocasión. Y cuando se pitó el final del partido, se abrazaron negros y blancos en el estadio y en las casas y en los bares de todo el país la gente lloraba de emoción y alegría porque su país había ganado el Campeonato.
Unos años antes, sin que hubiera mediado la labor de Mandela, hubiera sido impensable algo así. El rugby, considerado uno de los exponentes más patentes del apartheid, era un deporte que los negros odiaban. Y ese odio les llevó a vetar su participación en las competiciones mundiales.
Pero sería injusto no decir que sólo fue labor de Mandela todo lo que sucedió. Sin la buena disposición y voluntad de muchas otras personas, sin la inteligencia y valor de otras, sin el esfuerzo de muchas y, por qué no decirlo, sin el sentimiento de culpabilidad de algunos, toda la historia que cuenta el libro de Carlin no hubiera sido escrita. Kobie Coetsee, Botha, De Klerk, los hermanos Viljoen, Du Plessis y Francois Pienard, capitan de los Springboks, entre otros, son algunas de las personas que aparecen en el libro y cuya participación es importante de una u otra forma.
Me ha impresionado mucho el saber que estaban ocurrieron cosas tan importantes en Sudáfrica, y trascendentales para el mundo, en una época tan reciente, cuando yo estaba acabando la universidad, y que supiera tan poquito de ello.
Y digo trascendentales para el mundo porque lo que sucedió allí con Mandela fue algo extraordinario que debería servirnos de ejemplo a todos para nuestra vida. ¿Qué sería del mundo si existieran más Mandelas en otros puntos del globo? Cuántos Mandelas nos hacen falta!
lunes, 8 de marzo de 2010
Mandela
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4 comentarios:
Yo sé que en el mundo hay muchos Mandelas... A lo mejor no consiguen cosas tan grandes, pero haberlos haylos. Piensalo bien... seguro que conoces alguno...
Un abrazo.
Sí Gloria, afortunadamente hay "Mandelas" en el mundo, porque si no los hubiera, este mundo sería insufrible, pero creo que harían falta muchos más, muchísimos más, nunca son suficientes, ¿no crees? :-) un beso y gracias por pasarte por aquí.
Desde luego que los hay, pero a veces cada uno de ellos da un pasito corto, o consigue una "pequeña" azaña que sumada a otras muchas acaba siendo algo grande. Quizás Mandela supo hacer más de un paso a la vez o en poco tiempo, quizás tuvo la capacidad de llegar de una manera más intensa, quizás fue él, quizás el momento, quizás el lugar... pero sí, se necesitan muchos muchos Mandelas, sin duda...
Gracias por tu entrada Bego.
Yo también vi la película... me encantó!! Para muchos es incomprensible convertir todo el sufrimiento en perdón, aún perdiendo a tu familia y muchas de las cosas que quieres, porque tu objetivo está por encima de todo...
Un abrazo,çMariajo
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