Quedan 17

Acaban de decirme que nos quedan 17 familias delante. Debería estar contenta, pero me he quedado con un nudo en el estómago. ¿Por qué? Elena me ha hablado de que no han podido asignar todos los niños que querían porque no ha dado tiempo a hacer los juicios antes de verano. Esto implica que muchas familias serán asignadas en octubre, aunque los niños ya están en la casa cuna. Es mejor así, no saber quien será tu hijo hasta que falte menos para el juicio. ¿Es mejor? ¿Y si está ahí? ¿Y si ya tiene cara, nombre, miedo y ganas de un abrazo? Sí, sé que los niños de la casa cuna tienen comida y afecto. Eso me dicen. Pero sólo pensar que pueda estar ahí mi hijo o hija...me dan ganas de salir volando a conocerle aunque sé que es absurdo, irracional y sin sentido. Quizá sea aún peor, esté en el orfanato, pasando más miedo, más hambre de alimentos y de cariño. O aún peor, en la calle o sufriendo con su madre en casa porque no tiene nada que comer. Qué horror, me vienen a la mente montones de pensamientos negativos. Y sé que no debo pensar en esto, sé que no tengo que hacerlo.

Además, Elena me habla de una ley, la famosa ley, me dice que quizá se apruebe tras el verano, que puede conllevar cosas que pueden afectarme y puede que no, que no nos van a decir nada de momento porque no quieren alarmar. Y tiene razón. ¿Para qué añadir más angustia a la angustiosa espera? Sin embargo, ¿por qué entonces me quedo hecha polvo? El no saber me mata. Podría llegar de vacaciones y que mi sueño de familia se deshaga en mil pedazos, que cerrasen el país (Elena lo ha mencionado), que aumentasen los requisitos y no cumpliésemos alguno... Mientras tanto, seguiré imaginando a mi "moreno moreno" en la playa, correteando con Lucía, chapoteando en el mar, haciendo montañas o dibujando huellas en la arena, que a los pocos minutos desaparecerán con el viento y el agua salada.