jueves, 28 de enero de 2010

Zhaocai Mao o Gato de la fortuna


Cuando tu nuevo hijo llega a casa después del largo camino del proceso de la adopción, en lo último que piensas en que tendrás que adaptar tu economía a la nueva situación. Estás tan feliz y al mismo tiempo tan exhausto cuando comienzas la nueva aventura familiar, que pensar en los nuevos gastos que conlleva un niño, máxime si es un bebé, es lo que menos te preocupa en tu vida.

Al menos eso me pasó a mí. Y eso que acabas de gastarte un montón de euros en el viaje y en el último pago a la ecai por los trámites realizados. Nosotros teníamos ahorrado el dinero para tal menester, aunque al final entre que tuvimos que tirar de la hucha para pagar algún que otro mes la hipoteca y que los gastos fueron más de los esperados, nos vimos pidiendo uno de esos préstamos rápidos de ING y quemando tarjeta. Pero piensas, "no pasa nada, ya lo amortizaré todo cuando reciba los 2.500 euros del Gobierno y la devolución de Hacienda". También dices: "los niños vienen con un pan bajo el brazo" y te lo acabas creyendo mientras sigues tu vida. ¡Qué ilusa es una a veces!

Pero, aunque dicen eso de que "donde caben dos caben tres, etc", el dicho no puede aplicarse de la forma: "con los ingresos que antes te llegaban justos para tres (más un perro) ahora te llegarán para cuatro sin problemas".

No contentos con esto, a mí se me ocurrió la idea feliz de dar un giro a mi carrera, aprovechando la oportunidad que me dio el destino de cambiar mi trabajo como consultora de contenidos de Internet en una empresa de 20.000 empleados (que así dicho suena muy bien, pero que se traduce, resumiendo, en hacer siempre los mismos bocetos de páginas web para proyectos bastante aburridos y donde el reconocimiento a tu trabajo era una misión imposible), por redactora de revista de tecnología (que también suena bien, aunque es una revista de un departamento de marketing y no periodismo como tal). El cambio era bueno, a priori, por aquello de que suponía atreverme a luchar por tener el trabajo que siempre he querido hacer: escribir. Sin embargo, conllevaba la desventaja de una reducción de ingresos importante, ya que implicaba además un horario reducido.

Por todo ello, a partir de octubre, muchos conceptos cambiaron de significado para mí. Como lo de "no llegar a fin de mes", porque el fin de mes llega ahora sobre el día 10 u 11. O lo de "darse un capricho", que en mi caso ha pasado a ser algo tabú, a no ser que sea comprarme un donut de chocolate. O ir a la pelu, que durante los últimos meses ha consistido en encerrarme en el baño con un tinte del super y pringarlo todo para salir de allí más fea de lo que entré, y sin mis mechas de antes (tengo que confesar que la última vez no pude más y volví a la pelu, aunque ahora me arrepiento porque me acaba de llegar el cargo de la tarjeta que me prohibí volver a usar y es un dolor). O "ir de rebajas", ya que lo más parecido a eso fue cuando rescaté del trastero unas prendas que ya había relegado al baúl de los recuerdos porque ya llevaba años sin ponerme. Ya no digamos nada sobre "hacer una escapadita" o "salir a comer fuera". Tengo unas noches de hotel gratis que no he usado aún porque suponen gastos añadidos y Mc Donald´s es uno de nuestros lujos asiáticos.

También las cantidades de euros han modificado su dimensión. Ahora, cuando alguien dice: "sólo cuesta 30 euros", como un elevador de portátil+teclado que me quiero comprar para el curro para intentar paliar los dolores de espalda, yo pienso "joder, 30 euros, pues tendrá que esperar al mes que viene". Y eso si no me llega una de esas sorpresitas tipo "seguro del coche", "IBI", "impuesto de basuras" (menudo regalo que nos han hecho a los madrileños), "seguro de la casa" o similar.

Una está deseando ver cómo llega la nómina al banco para, en pocos días, asistir a una rápida y drástica dieta de adelgazamiento de la cuenta (que ya quisiera yo para mi cuerpo) provocada por mil y un gastos ineludibles: hipoteca, guardería (menos mal que tenemos la enorme suerte de tener plaza en una pública, buf), comedor del cole y extraescolares (imprescindibles porque nos es imposible recoger a Lucía a las 4 de clase), teléfono, móvil, agua, luz, gas, créditos... Se te pone una mala leche a partir del día 6 que no veas, cuando vas a la compra agobiada por los precios de los productos básicos.

Por tanto, desde hace un tiempo andamos inmersos en la elaboración de un plan de reingeniería financiera para equilibrar nuestro presupuesto con los gastos. Es algo tremendamente complicado, y no sé de verdad cómo lo vamos a conseguir. Hace poco me decía mi marido: "vivimos por encima de nuestras posibilidades", pero yo no lo creo así, sino que más bien "nuestras posibilidades están por debajo de nuestras necesidades". Como montones de familias, que no es que yo ahora me crea especial por estar haciendo equilibrios numéricos, sé que hay millones de personas en este país que están pasándolo muy muy mal, nada que ver con mi situación que, es agobiante para mí, pero en comparación seguro que es mucho mejor que la de muchos. Siempre hay alguien que lo pasa peor que tú (y mejor también). Ya ni hablo de lo que pasa fuera de este país, en lugares como Etiopía o Haití. Sólo de pensarlo me dan vergüenza mis agobios y me siento culpable, es cierto, aunque no por ello dejo de tenerlos. Es un agobio con sentimiento de culpabilidad, que no por no expresar voy a dejar de sentir.

Así que uno de mis objetivos para los 11 meses que quedan de 2010 es reducir gastos a tope y aumentar ingresos (no sé todavía cómo, pero es mi objetivo, y no para hacerme rica, sino para dejar de recibir esos odiosos mensajes de ING diciéndome que estoy en números rojos). Con menos preocupaciones monetarias una debe sentirse muy liberada, menos cansada y con más energía para disfrutar de las cosas que de verdad importan en la vida: las personas que quieres.

De momento, para tentar a la (buena) suerte, nos hemos regalado unos gatos chinos que dicen que hacen entrar el dinero en casa. Esos que mueven el brazo de arriba a abajo todo el tiempo que les dura la pila, como el de la foto. Me gusta escuchar su movimiento constante, como si nos estuviera diciendo "no os paréis, adelante, seguid así que lo vais a conseguir". Suena un poco paranoico, vale, lo reconozco. Puede que sólo se necesite uno de esos artilugios-amuleto como excusa para confiar en ti y tus posibilidades. Y esta vez creo que lo necesito.

4 comentarios:

Elén dijo...

Ostras he leído la entrada de punta a punta y ja ja me has leído el pensamiento.
Chica me has retratado, me ha encantado tu forma de contarlo y ya te digo que si encuentras ese plan maravilloso, pásame una copia.
Un saludo
por cierto, no sabía yo lo del gato, mañana mismo me voy a comprar uno... bueno esperaré al día 5 que cobre ;-))

gloria dijo...

Jajajajaja.........
Jajajajajaaj.........
Socorro!! Ayuuuuda!!! Que me muero de la risa!!
Estoy en tu mismita situación... sólo que nosotros sólo somos dos (ups, súper agobio, que haremos cuándo venga el peque?!?!?)y sólo estamos lidiando con el pastazo de más (de lo que pensábamos) que nos ha costado el expediente.
Tenemos nuevo presupuesto mensual, nuevo plan para las extras, nueva política de visitas al súper... y lo de las rebajas JAAAAA, Ahí van sólo los millonarios, yo nooo!

Un abrazote, guapa, que mal de mucho consuelo de tontos, y yo seré tontísima, pero me has consolado!!

Mariajo dijo...

Pasar de la ingeniería a la reingeniería financiera ya supone un extra de imaginación... Las cosas no están fáciles, la verdad... Pero muchos ánimos y suerte (que sumada a la de los dos gatos, hacen un poquito más!! :-))
Un abrazo,
Mariajo

Merce dijo...

Ya sabes que todo en esta vida tiene solución y que todo pasa por algo (mira tu siguiente post).
Ya sabes o si no lo sabes te lo digo, que estoy aquí, o en mitad de la M-40, donde me necesites.
Besitos

 
doctorate degrees
Provided by www.onlinedegreeadvantage.com