miércoles, 22 de abril de 2009

Vayamos al principio

Una vez contadas las peripecias del vuelo, que menudo rollo que me marqué ayer, el post más largo de todo el blog, voy a retroceder al día de la llegada para contar las primeras impresiones sobre Etiopía, los etíopes, el hotel y, por supuesto, el encuentro con nuestra pequeña.

El vuelo de ida transcurrió sin sobresaltos y llegó sobre las 8:00 de la mañana, hora local de Etiopía. Fue un momento un tanto peculiar. Por un lado, el hecho de saber que estábamos tomando tierra y de ver por las ventanas la ciudad, de saber que estábamos tan cerca de nuestra hija, fue un subidón tremendo. Encima van y me ponen una música africana en el avión que quedaba muy de película. Así que claro, cómo no, la primera llorera del día no se hizo esperar. Para mí fue un momento mágico. Sin embargo, Ramón estaba como loco buscando sus gafas que se le habían caído al suelo y se le habían perdido, con lo cual, no me miró ni una sola vez en todo el aterrizaje y no se enteró de mi llantina. La verdad es que resulta hasta cómico.

Al llegar tienes que hacer la cola para conseguir el visado de entrada y pagar los 18 euros que cuesta. Después pasas a la cola del control de pasaportes. Mientras unos esperaban la cola, otros cambiábamos euros por birrs, la moneda local. El cambio estaba en 1 euro=15 birrs aproximadamente. Nosotros cambiamos 600 euros y no nos sobró nada. La mayoría del dinero se nos fue en teléfono porque alquilamos un móvil y una tarjeta SIM aparte de llamar varias veces desde el fijo (un pastón) debido a que teníamos a nuestra hija aquí en Madrid y la llamábamos cada día. El hotel lo pagamos aparte en euros. También compramos varias cositas de artesanía y regalos. Y alguna compra del Bambis, un supermercado donde hay de todo, que tiene unos precios sorprendentemente similares a los de aquí, por tanto inaccesibles a la mayoría de etíopes. CONSEJO: no esperéis a cambiar los birrs que os sobren en el aeropuerto a la vuelta porque pueden decirte que no les quedan euros y te quedas con los birrs puestos. Les pasó a una familia que vi en Bole el día del regreso.

Cuando pasamos el control de pasaportes y recogimos maletas y carritos de bebés, nos encontramos con Gebeo, Gabeo, Gaveo? (alguien sabe cómo se escribe?), de Mundiadopta. Él nos llevó hacia una furgoneta donde un montón de señores etíopes colocaron nuestro equipaje en la parte superior. Tras darle una propina por los servicios, nos acomodamos dentro unos cuantos y el resto fueron en otro vehículo.

Hacía un día muy bonito y Addis Abeba se veía precioso desde el aeropuerto. Me habían dicho que era una ciudad fea, pero desde aquella perspectiva y con aquella luz (y con mi subidón de adrenalina) a mí me parecía reluciente.

Empecé a disparar fotos sin parar porque todo me llamaba la atención: los edificios altos, las casitas bajas, las tienducas, una sucursal de Ethiopian con forma de avión, los carteles de publicidad en amárico, los colores de las ropas, los animales paseando entre las personas, el azul chillón de los taxis y autobuses, todo me parecía increíble, impresionante, alucinante. También vi la pobreza, la miseria, la suciedad, el mal olor del río (cercano al hotel y llenito de basura), el hambre, la enfermedad, la necesidad, que contrastaba con el otro lado, el de los coches grandes de gran cilindrada de unos pocos, el de los lujosos edificios acristalados (con vistas a las chabolas)...aunque esto me impactó mucho más en los días siguientes y no tanto al llegar.

Llegamos al hotel, situado en una pequeña calle sin apenas tráfico, frente a un club griego y cerca de la embajada griega, Lions Den Hotel. Me habían hablado muchas personas del hotel y me había creado una imagen en mi cabeza que no se correspondía para nada con lo que me encontré.

Me esperaba algo muy cutre y me encontré una grata sorpresa. La habitación era muy grande, con salón y cocina (sin hornillo ni vitro, eso sí), y un baño amplio. Estaba limpio y aunque no era un cuatro ni cinco estrellas, estaba bastante agradable y cómodo para estar con los niños. Además, el personal del hotel nos trató muy bien y eso siempre se agradece. Lo mejor: el pequeño jardín de la entrada, cuando no llueve y se puede tomar el sol con un café o una cerveza o mirinda.

Cuando salimos de la furgo, la vito según decían los simpáticos gemelos, nos dieron una hora para acomodarnos, ducharnos y salir hacia la casa cuna. Qué fuerte. Subimos corriendo. Al final sí que nos duchamos. Antes de viajar piensas que no te va a apetecer y que sólo vas a querer irte a la casa cuna cuanto antes, pero luego viene genial el agua para despejar cuerpo y mente.

Una hora después estábamos todos dentro de la vito, todos menos Gebeo, sin el que no podíamos irnos. Impacientes, salimos del cacharro. Mari se puso a fumar. Ramón entró a pedir algo de comer porque yo se lo pedí, me moría de hambre. En el hotel no existen las patatas fritas de bolsa, ni los bollos ni nada de eso de la comida rápida. La única opción era que te frieran unas patatas. Así que Ramón las pidió, sin darse cuenta de que allí las cosas las hacen tomándose su tiempo. Y la ley de Murphy hizo el resto. En medio de la espera de las patatas apareció Gebeo. ¿Y ahora qué hacemos? Todo el mundo en la furgo, dos familias esperando para conocer a sus hijos y no pueden irse porque dos panolis han pedido unas patatas fritas. Quería que me tragara la tierra. Ramón y yo dentro del bar del hotel. Él me decía: "sal y pídeles perdón y diles que enseguida salimos". Y yo: "ni de coña, yo no salgo ahí porque sé que ahora mismo todos me odian. Soy la plasta de las patatas". Así que esperamos los dos dentro, super valientes ambos, hasta que apareció la chica con las dichosas french fries para llevar. Con la cabeza mirando al suelo entramos en la vito y salimos pitando hacia la casa cuna.

Afortunadamente la casa está cerquita. Y el encuentro fue algo así como un "fast meet" porque aún estábamos limpiándonos los dedos de ketchup dentro de la furgoneta cuando el primer niño aparecía en el jardín del chalé. Y un segundo más tarde, Elshaday salía en brazos de una ciudadora con los ojos medio cerrados (creo que la sacaron de la cuna directamente) pero con una sonrisa de oreja a oreja que nos desarmó por completo. Además me la pusieron en brazos y me agarró con su manita derecha mi brazo izquierdo. Qué sensación. No lo esperaba para nada. Creía que iba a llorar como loca, que no iba a querer venir conmigo y esas cosas. Su reacción fue una auténtica pasada. Y ella sigue así, con su sonrisa etíope. Que dure siempre.

13 comentarios:

Merce dijo...

¡¡¡¡Qué bueno lo de las patatas!!!!
Con lo cerca que está la Casa cuna del Hotel supongo que no te daría tiempo ni de comértelas!!!!

Mar dijo...

Que dure para siempre esa sonrisa de Lola.
Besos,
Mar

Laura dijo...

Que bonito... como me gustaría conocer esa sonrisa etíope..
Me alegro de que ese día fuera tan genial.
Laura.

María Martín Titos dijo...

Emocionante, que dure siempre en ella y en vosotros esa sonrisa que a partir de ahora os llenará vuestras vidas. Muchas felicidades.

Mariajo dijo...

Fantástico! Me tienes enganchada al relato... El día que no cuentes, me entra mono!! Me emociona leerte, mucho, no puedes imaginarte cuanto... :-)

Sonia dijo...

Jajaja, tu y las patatas, será una anecdota para recordar siempre. Que ilusión hace leerte, me rercurdan tantas cosas..., aunque yo la sonrisa etíope la vi días mas tarde.
Besos,
Sonia

Nieves Bravo dijo...

Bego
Muchiiiiisimas felicidades por tu niña. Llevo dias pensando en ello, no te creas.
Enhorabuena a los 4!!! que gusto me da que después de tantos años persiguiendo un sueño, por fin se haya hecho realidad.
No se como expresarte mi alegria, mi emocion, mis mejores deseos.
solo me sale una palabra: Sí, sí, sí...

mil besos

encarni dijo...

Bueno, bueno, las patatas fritas, imagino que por lo menos te sentarían bien, porque si no. Me ha gustado mucho el relato, es una pasada leer como lo pasásteis. Espero contarte pronto.

Un beso

Tuà dijo...

Todavía queda tanto para que nosotros vivamos eso... mientras me encanta saber como vais "andando". Qué bien la reacción de vuestra Lola! Será que le llegó el tufillo de las french fries??? (jejeje)

Nür dijo...

La pesada de las patatas, jajajajajajajajaj.
Eres genial!
Un besote,
Nür

ester dijo...

aiss bego me encanta como describes las cosas!!!! me rio un montón contigo...aunque también he llorado...sobre todo en el anterior post con la llegada a madrid..aíss ue emocionante.

Bueno guapa un besote gordo, gordo a los cuatro.

Ester.

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gloria dijo...

Jajajaja! q tirria con las french fries!! Yo me hubiera ido y me hubiera dejado allí!! Qué gustazo la reacción de Lola!!
Un abrazo

Ana y Eugenio dijo...

hola.. q risas las patatas.. soy nueva por aki estoy ya en proceso para adoptar tb en etiopia, todos tus comentarios los agradeceremos.. mil besos y felicidades.. por cierto a ver si pones alguna foto de tu niña preciosa...ana y eugenio

 
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